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Análisis

Orihuela, en extrañas circunstancias

Desde que hace cinco años pactó con Cs para ser alcalde, ni Bascuñana ni el PP han tenido un día de paz, el «no» a un presupuesto desfasado es otra más

Emilio Bascuñana, junto a José Aix, el día que pactaron un segundo mandato PP-Cs.

La frase que ha servido para dar titular a este artículo fue dicha esta semana por el concejal de Hacienda de Orihuela, Rafael Almagro (PP), a cuenta de la presentación para su aprobación en pleno del presupuesto municipal de ingresos y gastos de 2020 -sí, han leído bien, el de este año al que le quedan 32 días- por un montante de 82 millones de euros. La mano derecha del alcalde desde hace un lustro y portavoz este mandato dijo exactamente en la telesesión: «Podríamos estar hablando de los presupuestos de 2021 y que entraran en vigor en enero, pero debido a las extrañas circunstancias de este año desconocemos si tendremos crédito suficiente para terminar el año». Y se quedó tan pancho. Desde 2015 ambas formaciones gobiernan en Orihuela y ni el regidor ni el PP han tenido un día tranquilo.

Ya saben que en esa sesión plenaria el Partido Popular (9 concejales) no obtuvo el respaldo de su socio, Ciudadanos (5 ediles), que como había anunciado en junta de gobierno días antes se pasó a la oposición para votar en contra de un dinero que ellos, principalmente ellos, se habían gastado a lo largo del año. ¿Por qué digo ellos? porque cuando en 2019 pactaron por segunda vez dar la llave de la Alcaldía al PP, lo que suponía mantener a Emilio Bascuñana de regidor, se quedaron las únicas áreas que aún no tenían y que bien mueven perras en Orihuela o dan el control de la ciudad, dejando con ello al PP áreas que en comparación son migajas, traen problemas y son de una difícil gestión.

Es cierto, los liberales (ahora naranjas) también se quedaron Personal, un departamento que tenía y tiene sin fecha de solución una patata caliente pues sigue sin Relación de Puestos de Trabajo en un Ayuntamiento con dos tercios de interinos, pero ésta tampoco fue una decisión baladí; de hecho, en este 2020 uno de los mayores desfases, de más de 700.000 euros, se ha producido en este área como producto de colocaciones y pago de horas extra; en definitiva, de poner peones ahí donde hacía falta.

A Cs no le importa que Orihuela se gestione sin presupuesto; de hecho, el último es el de 2018 pero, al fin y al cabo, ¿el alcalde de Orihuela no es Bascuñana? ¿no es suya la responsabilidad? Y en eso tienen toda la razón aunque también al regidor se le podría ver como un rehén, al albur de sus decisiones y exigencias para garantizarse la Alcaldía él y su partido. Tanto es así que en 2021, si no se aviene, habrá presupuestos porque lo han dado a entender. Cs dice que no se fía de que firmen y se pueda quedar en minoría el resto del mandato, como ha publicado mi compañero David Pamies.

Visto todo desde esta perspectiva parecería que Orihuela no tuviera más formaciones que las que gobiernan en esta partida de ajedrez porque la oposición, ya se sabe, se dedica a lo que se dedica: a criticar la gestión del «todo está mal» (que nadie dice que esté bien). Y esto ha sido así, porque de otro modo no se entiende la política, hasta que la portavoz del PSOE, Carolina Gracia, en esa misma sesión le espetara al portavoz de Cs, José Aix (que no a Bascuñana): «Si del Partido Socialista depende, en 2021 habrá presupuesto quieran ustedes o no».

Los socialistas llevan meses esperando ver cómo el alcalde se cuece a fuego lento a expensas de que la Fiscalía de València lo cite a declarar por la denuncia que la Conselleria de Sanidad, que ellos dirigen de la mano de Ana Barceló, presentara en relación con el supuesto cobro de sueldos durante años sin ir a trabajar cuando fue asesor de al menos dos conselleres en ese área, ambos del PP, etapa en la que no pidió vacaciones ni permisos, dice el informe. Pues bien, es ese mismo denunciante el que ahora se brinda en público a darle un balón de oxígeno en los presupuestos de 2021 y lo hace después de que Gracia tildara a la formación naranja de «chantajista».

Y, ¿quién puede criticar a un partido que desde la oposición te brinda la oportunidad de tener presupuestos cuando tu socio te los niega? Quizá esto se pueda ver peor desde dentro del PSOE que desde fuera pero es una jugada la de Carolina Gracia que está bendecida por la cúpula del PSPV. ¿Por qué? Muy sencillo. Donde algunos ven crisis otros ven oportunidad y el president Ximo Puig ha visto en la Vega Baja la debilidad de una formación, el Partido Popular, que siempre se ha vertebrado en la comarca desde Orihuela y con un rotundo éxito en votos, lo que le valió en épocas pretéritas para ganarse la merecida fama de granero de la derecha.

Pero eso es pasado, como presente es que la Generalitat ha volcado esfuerzos en la comarca desde las inundaciones que generó la Dana, incluso tapando las grietas profundas de la torpe gestión de la Confederación Hidrográfica del Segura y del Gobierno central, coronada con la fugaz visita sin declaraciones del presidente Pedro Sánchez a la zona más damnificada de la Comunidad Valenciana.

Que el PSOE salga ahora al rescate del Ayuntamiento de Orihuela, aprobando las cuentas de 2021 y dando una oportunidad a un alcalde popular frente a una formación que aparenta velar solo por sus intereses tras lo visto en el pleno de presupuestos, no destruye, construye. Súmele a eso las inversiones previstas por el Consell para los próximos años, más de 200 millones de euros, que servirán de una vez por todas para que nadie les pueda achacar que han tratado a la comarca como un hermano pobre y donde se impone la lengua, y ya veremos qué pasa de aquí a 2023.

Y en este juego otra vez Orihuela está en el centro de la partida y de las miradas. Pero una cosa está clara: el PP ya no tiene las de ganar con o sin presupuestos porque sea o no el alcalde prisionero de Cs, tampoco ha tenido en ningún momento sintonía con la mitad de su equipo de gobierno, algo que en 2019 bendijo Teodoro García Egea cuando, como no le quedaba otra, tuvo que ratificarlo como candidato pese a que la mayoría de sus afiliados, presidente incluido, Dámaso Aparicio, no lo podían ni pueden ver.

Que ahora tenga el PSOE que salvar los presupuestos solo haría que convertir, aún más, el Ayuntamiento de Orihuela en una olla a presión porque Cs no se va a quedar quieto viéndolas venir. Quien está detrás de la formación desde hace años le va a hacer otro pulso a Bascuñana, a lucky man -un hombre afortunado- como una vez le dije en un artículo antes de las elecciones, abandonado como está otra vez al azar y a la de los pocos que están con él frente a un partido y a un presidente, Carlos Mazón que, sabiendo lo que se jugará en un futuro próximo en la Vega Baja, parece que no sea más que otro espectador.

Esperamos que al final Orihuela no vuelva a pagar los platos rotos de sus políticos. Sus vecinos no se lo merecen ni aunque vivan (y añado desde siempre) en extrañas circunstancias.

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