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Día del Maestro 2020

El año pasado inicié el recordatorio de que hoy es el “Día del Maestro” con unas palabras del Papa Francisco a los docentes, de las que no repetiré más que la frase final que decía: “Sean fuertes y valientes, tengan fe en ustedes y en lo que hacen.” Y es que en esta ocasión la sociedad española les tiene que reconocer su fortaleza y su valentía por la labor ejercida con los que formarán el futuro de nuestra España: Los niños y jóvenes de la pandemia. Y sobre todo con las disposiciones extraordinarias recibidas por la Conselleria de Educación en nuestra Comunidad, en relación a la programación y desarrollo de sus funciones, adaptándolas a las circunstancias actuales.

Hoy es el Día del Maestro que se celebra porque ellos, los maestros, han sido, son y lo serán los que plasmen en los primeros años de vida de nuestros hijos y nietos al hombre y la mujer del futuro. Los que luchan por su formación integral con el respeto a las exigencias de la sociedad en la que estamos inmersos y sobre todo con la colaboración, la ayuda y el apoyo desinteresado de sus familias, ya que son los padres los que deciden lo mejor para ellos, aunque el Estado sea quien pone los medios para conseguirlo, y no al contrario como hay quien es capaz de afirmarlo.

Es por eso que deseo recordar a algunos maestros y maestras que pusieron su alma en ello a través de la historia de Elche. 

¡Cuánto me gustaría citarlos a todos!, pero por ser imposible haré referencia a algunos que pueden ser símbolo de todos los que formamos parte de esta tan olvidada, y a veces maltratada, profesión vocacional. 

En primer lugar citaré a Ángel Llorca García de quien hizo una extensa biografía Manuel Rodríguez Maciá en un artículo publicado en este diario el 7 de mayo del 2017, de entre lo que destaco, -además de que fue el maestro de su abuelo materno-, fue uno de los pioneros de la Institución Libre de Enseñanza e iniciador de las Comunidades Familiares de Educación durante la Guerra Civil, lo que le acarreó una depuración de sus libros y escritos por orden ministerial y su inhabilitación para la enseñanza, suprimiéndole la pensión por el “pecado” de haber estado a favor de la República. La calle que llevaba su nombre es ahora la C/. Azorín.

Otro represaliado fue Antonio Agulló Soler que no llegó a ejercer por ser autor del mismo hecho que el anterior.

Debo recordar a Vicente Miñana Sánchez y a Francisco Miller Giner ejecutados por miembros incontrolados del Frente Popular por ser maestros católicos.

Muchos de los ilicitanos actuales tenemos un grato recuerdo y un sincero afecto y reconocimiento a Lorenzo de la Rica Egea que siendo fiel a la República y sargento en su ejército, el consejo de guerra que se le incoó el 11 de diciembre del 1939 lo absolvió de lo que dos compañeros radicales le habían denunciado maliciosamente, tan solo tuvo que trasladarse de provincia durante dos años, ejerciendo su labor en Villena.

Lo anterior nos indica que la sociedad es voluble, cambiante, injusta pero superable en sus decisiones. Por todo ello me permito citar a compañeros que ya no están entre nosotros porque nos precedieron en tan loable misión como es la educativa, de los que hicieron historia local, como fueron entre otros muchos, Jaime Antón, Marí Cruz Álvarez, Juan y Modesta Bañón, Melchor Botella, Genaro Calatayud, Isabel Campos, José Canals (Mestre Canaletes), Ildefonso Cañizares, Luis y Magdalena Chorro, Jerónima del Campo, Andrés Domínguez (Pierita), Gertrudis Fuster, Álvaro Garrido, Francisco Jover, José Maciá (D. Crispín), Honorato Martínez, Ildefonso Mozas, Enrique Mancheño, Honorio Pereda, Isabel Ramis, Julio Ramón, Paco Rivera, Ángel Sánchez, Isabel Seoane, Juan José Torregrosa, Santos Valls, Francisco Vives,… y un sinfín de nombres más de distinta ideología, diferente método educativo, discordante personalidad, pero todos, ellos y ellas, maestros y maestras ejemplares junto a los que ejercieron sin ser funcionarios. 

Y es porque tuvieron fe en ellos mismos y en su cotidiana función, como en la frase del principio recordaba, y todo ello al margen de su personalidad a la que fueron siempre fieles. Y para terminar quiero hacer mención de un maestro, amigo de sus amigos, de sus alumnos, y de quien quisiera serlo suyo, que ha fallecido hace unos días y que fue ejemplo para propios y extraños. Me refiero a Manolo López Rodríguez. Descansen todos ellos en una paz merecida por su encomiable labor, como ejemplo para los que aún celebramos este día y para los que en un futuro nos sucedan en tan digna misión.

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