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Francisco Esquivel

La metamorfosis

En antena además hablan y no dejan de hablar del repunte de muertos, de la curva de contagios que no se desinfla lo esperado y cualquiera es el guapo que se queda pegado al repaso

Repunte con 506 casos nuevos y 217 fallecidos por coronavirus

He dormido fatal. Son una detrás de otra las noches desesperantes cuando toda la vida habían sido plácidas. Cuesta la tira incorporarse y está la posibilidad de resistirse pero da más yuyu.

En antena además hablan y no dejan de hablar del repunte de muertos, de la curva de contagios que no se desinfla lo esperado y cualquiera es el guapo que se queda pegado al repaso. Así que me levanto, apenas sorbo un buche, reúno los bártulos y voy a ver si algo me libero. Como acudo medio dormido, los primeros largos por la calle habitual los hago de memoria y todavía no descuentan. El peso de tantos meses con el pie cambiado, el resquemor por no ver a los mayores que bien resguardados es como mejor están y la incertidumbre inquietante impiden que las brazadas alcancen el ritmo suelto que con el paso de sesiones han adquirido. El coco emite, no obstante, una señal persistente de que aguantes y, a la hora de estar allí batiéndote el cobre entre pensamientos tenebrosos, notas que los brazos se aligeran, que los pinreles se mueven al compás idóneo y que poco a poco la cabecita se despeja. Salgo con otro ánimo. Dejo la ventanilla baja y el aire respingón a babor. Recojo los periódicos.

Los tengo en el digital, pero ahí todavía no da para tirarle dardos al quiosquero con la vidilla que dan. En el horno recién inaugurado me han tomado de conejillo de indias y, cada prueba, me la pasan a catar para una crítica. Ni que decir tiene que el rumbo vira. El resto lo pone con sus músicas «Mundo babel» en Radio 3 que, una carpeta tras otra, te abre el sentimiento en canal por donde entran los chavales que andan sin rendirse a la conquista de sus sueños y el pelo plateado de la madre que no sé qué tiene que me pone a cien. Sí lo sé, la energía propia de una mañana luminosa como esta que otorga vida a rabiar y más cuando quedas a pasear o a tomar algo frente al mar con esos amigos cuya compañía te devuelven a un tiempo sin martirio alguno de distancia. No hay que engañarse. En cuanto a las ansiadas vacunas resultan incomparables.

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