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Fernando Ull

Vencimos y convencimos

«Yo siempre tendré (con ETA) una actitud de generosidad y mano tendida para consolidar las  condiciones de paz» José María Aznar (1999)

Transcurridos diez años desde que el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero lograse derrotar a la banda terrorista ETA gracias al esfuerzo de la sociedad española y, sobre todo, de los jueces y las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado, la entrada de manera definitiva de los herederos políticos de la banda terrorista ETA en la política y democracia española era algo que antes o después tenía que ocurrir. Por un lado, porque ese fue precisamente el deseo y el mandato que los dirigentes de todos los partidos políticos de los años 80 y 90 del pasado siglo expresaban cada vez que ocurría un atentado. Yo recuerdo a miembros del Partido Popular, como del resto de formaciones políticas, decir una y otra vez que el único camino que debía seguir ETA era dejar las armas y hacer política de manera pacífica. Pues ya lo están haciendo. Y no por voluntad propia, por supuesto, sino porque los españoles derrotamos a los propios pistoleros y a todos aquellos que dentro del País Vasco (y desde fuera) les dieron su apoyo. Por otro lado, los acontecimientos mundiales de los últimos veinte años y el hostigamiento de la justicia y policía españolas empujaron a los etarras a darse cuenta que su huida hacia delante, una vez descartada cualquier posibilidad de conseguir una absurda e hipotética independencia, tenía como único destino la cárcel.

A todos los demócratas nos hubiese gustado que además de certificarse la derrota de ETA, su brazo político, EH Bildu, no hubiese tenido, ni de forma remota, ningún protagonismo real en la política española. Es decir, que hubiese quedado como un partido marginal sin ninguna trascendencia. Sin embargo, esto no ha sido así. Para empezar, hay que recordar que EH Bildu no es un heredero directo de la antigua Herri Batasuna, formación política de triste recuerdo que jaleaba la actividad de ETA. Bildu está formada por una amalgama de pequeñas formaciones políticas entre las cuales están los antiguos miembros de Herri Batasuna, pero también la escisión del PNV que tomó forma bajo las siglas de Eusko Alkartasuna. Además, los dirigentes de Bildu, de la dirección de ese grupo de formaciones, no tiene nada que ver con la antigua Batasuna. Excepto Arnaldo Otegi el resto son caras nuevas que han desarrollado su acción política sin la existencia de ETA y en una realidad vasca muy distinta a la de hace veinte años. También hay que recordar que fruto de esa conjunción de pequeños partidos con distintas sensibilidades la formación Bildu obtiene en cada elección un constante número de votos que la permite seguir haciendo política y gobernar en ayuntamientos de poblaciones pequeñas.

Habría que preguntarse qué ha obtenido hasta este momento Bildu del actual Gobierno de coalición de Madrid. Nada. Absolutamente nada. No comprenden los dirigentes populares que buena parte de los votos que facilitaron a Pedro Sánchez la investidura como presidente del Gobierno fueron emitidos no tanto para apoyar al PSOE si no sobre todo para echar de las instituciones a un partido, el PP, inmerso en un lodazal de corrupción que ha supuesto que a excepción del ultraderechista Vox y un Ciudadanos al borde de la desaparición, ningún otro partido se pueda plantear ni siquiera la posibilidad de sentarse a hablar con ellos. Sabe de sobra la derecha y la ultra derecha que si el Gobierno logra aprobar los presupuestos generales del Estado (PGE) la legislatura durará los cuatro años establecidos y que la posibilidad de una repetición de un Gobierno de coalición es más que evidente. Muy desesperados tienen que estar los dirigentes populares para utilizar el terrorismo como arma política cuando ETA se disolvió hace diez años gracias, como dije antes, al esfuerzo de la sociedad y de los que dieron la cara en primera línea. Antes o después los populares tendrán que establecer para sí mismos un límite temporal a partir del cual la utilización del terrorismo deje de tener cabida en la política española. ¿15 años? ¿30 años?

La fotografía de Pablo Iglesias con Arnaldo Otegi (al que sólo se recordará por haberse ido a la playa en las terribles horas que duró el secuestro de Miguel Ángel Blanco) con ocasión de una supuesta reunión para conseguir que EH Bildu apoye los PGE, responde a un deseo de fomentar la visibilidad de Unidas Podemos que desde que entró a formar parte del Gobierno de la nación ha visto como su relevancia mediática ha disminuido notablemente, como es lógico. Una cosa son las arengas dirigidas a las masas y otra la gestión del día a día. Prueba de ello es que los ministros y ministras de Unidas Podemos están teniendo una relevancia política tan escasa que ni siquiera se les recuerda alguna metedura de pata.

Pero sobre todo hay que resaltar la vacuna democrática que las nuevas generaciones de ciudadanos vascos están recibiendo cuando constatan que ETA no consiguió ni uno sólo de sus objetivos mediante la utilización de la violencia, el chantaje y los asesinatos.

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