Ascenso del Hércules

Enrique Ortiz: «Sería egoísta pedir que me quisiera todo el mundo»

El empresario se sincera con los suyos tras el ascenso: «tengo que seguir aquí por mis dos yernos y porque se lo debo a esta ciudad, que me lo ha dado todo y es lo más importante para mí»

El discurso de Enrique Ortiz en la cena de celebración del ascenso del Hércules

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Pedro Rojas

Pedro Rojas

Nadie puede tenerlo todo, ni siquiera el que más tiene. Siempre falta algo, siempre hay un rincón del alma que se queda a oscuras, que no se puede iluminar. Y hay que aprender a vivir con ello, a saberse incompleto. El Hércules ha vuelto a celebrar un ascenso. Lo ha hecho casi tres lustros después del último. Allí también estaba él, pero la vida de ahora no es la de entonces. Tampoco Alicante. Todo cambia, y casi nunca es para bien.

Enrique Ortiz está decidido a volver con el Hércules a Primera División. Se lo dice a todos los que le preguntan con la boca grande. Lo dice porque se lo cree, ahora más que antes. Los vítores unánimes que le jalearon en Luceros hace 14 años, ahora suenan mucho más apagados. No toda la afición está en su contra, pero es consciente de que su figura ha levantado una ola de desconfianza en torno a él que no va a purgarse con un salto de categoría.

«En una ciudad tan importante como Alicante y un club tan importante como el Hércules, sería muy egoísta por mi parte pedir que me quisiese todo el mundo, así que me conformo con que me quiera la mitad. Al otro 50% le dejo que vaya a su aire. Eso no va a debilitar mis fuerzas en el empeño de llevar al club a donde ya un día lo llevé y lo voy a volver a llevar. No sé si me costará tres, cinco o 25 años…», le dijo el dueño del equipo a todos sus empleados en los postres de la cena de celebración.

El empresario tomó la palabra, y a lo largo de ocho minutos repasó sus emociones, sus sentimientos, sus intenciones, todas con el equipo que ahora entrena Rubén Torrecilla como epicentro. Al propietario de la SAD blanquiazul le duelen los gritos, ser el objeto de la ira de parte de la grada. No lo entiende, pero no va a pelear por doblegar voluntades que no le confieren. Aunque tampoco va a arrojar la toalla por ello.

«Nada va a debilitar mis fuerzas en el empeño de llevar al club a donde ya un día lo llevé y donde lo voy a volver a llevar otra vez»

«Mi familia y mis amigos, que me conocen, saben que soy un espécimen raro. Siempre voy en contra de lo que me dicen y de lo que manda el sistema», les advirtió a los comensales en la introducción de su discurso, uno que no necesitó escribir ni leer porque se lo ha dicho a sí mismo muchas veces, cuando los días grises, a su círculo más íntimo, empezaban a pesarle en exceso.

«Mi mujer estaba preocupada por si no lográbamos el ascenso, por lo que nos pudiera pasar. Ella lo siente mucho. Me dijo, Alicante necesita que el Hércules esté donde merece. Así que con los que estáis a mi lado y me ayudáis, lo vamos a conseguir. No voy a flojear y lo voy a conseguir», volvió a decir después de que la voz se le quebrara al mencionar a su esposa y rememorar, para sí, algunos de los episodios más ingratos que le ha tocado sufrir a ella por culpa de un sentimiento que escapa a cualquier control, que tiene una fuerza incontenible cuando se desata, para mal y para bien.

Enrique Ortiz se asoma a la ventana para ve la fiesta en la Plaza de los Luceros de Alicante.

Enrique Ortiz se asoma a la ventana para ve la fiesta en la Plaza de los Luceros de Alicante. / Alex Domínguez

Ortiz, sin desprenderse de la americana, pausado, con todos los ojos pendientes de él, de sus movimientos, desveló delante de los suyos una realidad inexorable: «Tengo una doble condena, tengo que seguir aquí por mis dos yernos y porque se lo debo a esta ciudad, que me lo ha dado todo y es lo más importante para mí», explicó aludiendo al futbolista del Villarreal, Kiko Femenía, casado con su hija Elena, y a Javier Portillo, marido de su primogénita, Laura.

«No sé si me costará tres, cinco o 25 años conseguirlo, pero nada va a hacer que desista de conseguir mi empeño»

Futbolistas, entrenador y el resto de trabajadores aplaudieron cada mensaje. Lo hicieron antes de que el discurso virara hacia ellos y hacia su logro, el motivo que reunió a todos en la cena de despedida del curso en el restaurante Populi Bistró de la capital, uno exitoso después de muchas tristezas amontonadas.

«Me he sentido orgulloso de vuestro trabajo del día a día, vuestra entrega, vuestra lucha, por cómo me habéis demostrado lo mucho que sentíais el escudo. Habéis venido de todas partes, incluso en patera, como Ketu, y os habéis hecho todos alicantinos. Sabéis que el Hércules no va a hacer prisionero a nadie. Si alguien quiere salir, saldrá. Pero me siento muy orgulloso de que algunos, que tenéis posibilidad de jugar en superior categoría, me dijerais que os queréis quedar. Muchos futbolistas que han jugado con nosotros, al retirarse, se han quedado a vivir aquí y eso dice mucho de esta ciudad y de este club», se congratuló el magnate.

«Mi mujer estaba preocupada por si no lográbamos el ascenso, por lo que nos pudiera pasar. Ella sufre por el club y por la ciudad»

«La gente, después de lo que habéis conseguido vosotros, me decía estos días por la calle, Enrique, gástate la pasta esta temporada. Y yo les he dicho a todos lo mismo: ya tenemos un gran equipo», les reveló a los presentes antes de confirmar que el siguiente proyecto llevará la firma de los tres hombres en los que tiene depositada más confianza en el plano futbolístico.

«Serán Peña, mi yerno Javier (Portillo) y el míster (Rubén Torrecilla) quienes tomen las decisiones porque son los profesionales. Ellos son los que saben, yo solo puedo ayudarles a conseguir lo que me pidan y a darles lo que esté en mi mano para que esto no se quede aquí y podamos seguir subiendo», aclaró Ortiz, citando el ascenso a Segunda División como meta, pero no como el único objetivo porque es consciente de la realidad de la liga a la que llega su equipo ahora.

«Mis allegados saben que soy un espécimen raro. Siempre voy en contra de lo que me dicen y de lo que manda el sistema»

«La afición ha demostrado que quiere al Hércules, y ella y esta ciudad se merecen este ascenso que habéis hecho posible porque hemos sufrido mucho. La afición ha demostrado que quiere fútbol, que quiere al Hércules, y estamos obligados a corresponderle, a darle lo que se merecen, tanto la ciudad como la afición, y por último, nosotros. Tenemos que ser generosos con Alicante», le rogó a todos los presentes, antes de que, en un tono ya bastante más distendido, desprovisto de la solemnidad previa, anunciara que llevaría «al equipo de vacaciones a Ibiza, pero sin las mujeres», revelación que relajó toda la carga emotiva de sus palabras hasta ese instante.

Ortiz no se engaña, conoce bien su realidad ahora mismo y no va a tratar de revertirla apelando a llamados estériles, arrebatados, piadosos. «Me lo tomo como si a quien quieren todos de verdad en esta ciudad, sin condiciones, es a mi hijo. El Hércules es eso para mí, un hijo más, y si le quieren a él como demuestran que le quieren, me doy por satisfecho, no necesito que también me quieran a mí», le ha respondido en los últimos tiempos a sus más allegados, a los que, en un gesto cómplice, le han preguntado: «¿Por qué te empeñas en seguir sufriendo, dedícate a vivir?».