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La falsa normalidad en los juzgados de Elche

La pandemia cambia las costumbres pero no puede impedir los corrillos en las salas de vista por los juicios que acumulan retrasos

La cafetería al aire libre de la Ciudad de la Justicia de Elche. Antonio Amorós

Un vigilante interroga a cada ciudadano que llega a la Ciudad de la Justicia de Elche. «¿Dónde va usted?», el objetivo no es otro que evitar paseos innecesarios en el inmenso inmueble, desde el primer día mal señalizado, para todos aquellos que no estén acostumbrados a deslizarse por sus plantas. El covid y evitar que haya el menor contacto es casi imposible en un inmueble donde hay más de 300 trabajadores cada día y cientos de justiciables, junto a sus correspondientes abogados y procuradores.

Las líneas están marcadas en el suelo indicando direcciones pero algunas tropiezan con las colas que se forman en la puerta de muchas salas de vista o del Registro Civil, uno de los servicios más atestados. Un problema de las vistas orales que no se ha resuelto -ni de lejos- son las esperas de los juicios y esta circunstancia provoca que a medida que avanza la jornada los ciudadanos terminen agolpándose, casi sin querer, ante las puertas de unos pasillos que nacieron estrechos para dar modernidad al inmueble.

Ventanas cerradas

Los funcionarios, al menos ahora, parecen protegidos tras las mamparas de cristal, lo que no les impide quejarse de un problema que sucede desde el día que se inauguró: muchas dependencias carecen de ventanas cuando, precisamente, una de las primeras medidas para evitar los contagios es que se puedan airear. Ahora se quejan amargamente y con más razón que nunca, pero nadie hace nada por ellos. La cafetería, en cambio, un local que estaba atestado -probablemente por sus excelentes pinchos- parece que es el único que ha ganado porque desde la reapertura de las instalaciones, al término del confinamiento, se les ha permitido ocupar la terraza, hasta ahora cerrada, donde ciudadanos, profesionales y funcionarios se toman un refrigerio a mitad de la jornada. En las salas, todos se han acostumbrado a escuchar a acusados y testigos tras las mascarillas. No queda otra, aunque las grabaciones, aseguran algunos trabajadores, ya no seantan claras como antaño.

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