Un punto es un punto y todo lo que sea sumar es bueno y más ante un rival directo como es el Cádiz. El empate tiene su mérito, sobre todo después de jugar todo el segundo tiempo en inferioridad numérica. Pero el Elche desaprovechó ayer una buena oportunidad de dar un paso importante en su objetivo de la permanencia.

Lucas Boyé fue el protagonista del encuentro, tanto para lo bueno como para lo malo. El delantero argentino adelantó a los franjiverdes, en el minuto 37, con un magnífico zurdazo desde la frontal del área. Sin embargo, cuando el conjunto ilicitano tenía el encuentro en el mejor lugar, fue expulsado en la prolongación del primer tiempo al ver la segunda tarjeta amarilla. Es cierto que la cartulina se puede considerar un tanto rigurosa, pero el atacante jugó con fuego al protegerse con la mano en el cuello de Fali, más todavía cuando en un par de jugadas anteriores había entrado a sus rivales con excesivo ímpetu y el colegiado le había tomado la matrícula y ya lo había advertido. Boyé pecó de pardillo y, aunque en cierta medida se le pueda criticar al árbitro, no debió arriesgar tanto.

La expulsión del argentino cambió por completo el partido y el Elche que tenía el encuentro controlado tuvo que ponerse el mono de trabajo para intentar defender la mínima renta. Las cosas se complicaron todavía más en el inicio del segundo tiempo cuando el ilicitano Álvaro Giménez, que regresaba al Martínez Valero, empató el marcador en el minuto 55. Quedaba mucho tiempo por delante y mucho temor a caer derrotado, lo que hubiera significado un palo muy duro.

Sin embargo, los futbolistas franjiverdes realizaron un esfuerzo encomiable, defendieron con mucho orden y pudieron salvar un punto jugando con diez.

Lucas Boyé, en el momento del disparo que significó el gol que adelantó al Elche en el marcador. MATÍAS SEGARRA

Almirón volvió a sorprender con el once inicial. Dejó en el banquillo a Josan y a Raúl Guti, dos intocables hasta ahora, y apostó por dos delanteros: Guido Carrillo y Boyé, con Pere Milla y Tete Morente en las bandas metiéndose hacia dentro para dejar espacios a las incorporaciones de los laterales, sabiendo que el Cádiz le iba a dejar el dominio del balón para tratar de sorprender a la contra. Para intentar evitar eso, el técnico argentino incluyó a Luismi Sánchez para ayudar a Ivan Marcone y a los defensas en el repliegue.

Durante la primera media hora del partido apenas pasó nada. El Elche cometió demasiadas imprecisiones en los pases, no tuvo continuidad en el manejo de la pelota, se obcecó demasiado en entrar por las bandas y hubo muchas distancias entre líneas. Un pase atrás dentro del área de Luismi sobre Guido Carrillo que el delantero no acertó a rematar fue la única aportación ofensiva.

A partir del minuto 35, el choque se agitó. Pere Milla probó fortuna y el balón a punto estuvo de escapársele a Ledesma. En el 37 llegó el gol de Lucas Boyé. Todo pintaba bien. Incluso, en el 39, cuando el Cádiz pudo empatar, con Álex Fernández dispuesto a lanzar un penalti por un supuesto empujón de Guido sobre Jonsson, el árbitro, que tuvo un encuentro muy complicado con muchas acciones polémicas, fue llamado desde el VAR y, al final, anuló la jugada.

Con los gaditanos tambaleándose se vislumbraba el descanso con la ventaja del Elche en el marcador. En ese instante se produjo la expulsión de Boyé y a Almirón le tocó recomponer líneas en la segunda parte.

Por si faltaba poco, Álvaro empató el encuentro. Todo hacía presagiar lo peor. El técnico franjiverde dio entrada a Fidel y a Raúl Guti por Guido y Luismi y dejó solo a Pere Milla en ataque para que el catalán se matase a correr. El empate era un excelente botín viendo como habían transcurrido los acontecimientos. El Cádiz apretó, pero sin poner en aprietos a Edgar Badia. Álvaro marcó de nuevo en el minuto 80 y podía haber salido a hombros de su casa. Pero hubiese sido demasiado castigo para el equipo de su ciudad y su corazón. El árbitro anuló el tanto porque el jugador ilicitano se ayudó de la mano. Al final, reparto de puntos, que fue muy bien recibido por los franjiverdes y no tanto por los gaditanos.

Álvaro, en el momento de rematar. MATÍAS SEGARRA

Álvaro Giménez se convierte otra vez en la bestia negra del equipo de su ciudad

Al exjugador del Elche Álvaro Giménez se le da bien el equipo de su ciudad y en que se formó como futbolista. El gol que marcó ayer con el Cádiz, que fue el primero que marca en Primera División, es el cuarto que anota contra los franjiverdes. Hace dos temporadas, cuando militaba en las filas del Almería, hizo cuatro, dos en el estadio Juegos del Mediterráneo, que permitieron la victoria de los andaluces, por 5-3; y otro en el Martínez Valero, que también ayudó a los almerienses a empatar a dos. Ayer lo hizo con el conjunto gaditano y sirvió para que su equipo sumara un punto. Incluso marcó otro, pero fue anulado al considerar el árbitro que se ayudó con la mano. Álvaro es la bestia negra del Elche.