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Hola, soy Dios

Póngame una docena de valls

—Te veo contento esta mañana veraniega, JC. —Indicios.

Póngame una docena de valls Vicent Ivars

-¿Perdón?

-¿No sabes aquello de cuando presientes algo, aunque sea a través de un detalle sutil, que te parece que puede ser el germen de algo valioso, de un cambio positivo, de una evolución favorable, del principio del fin de una lacra?

-Me he perdido completamente.

-Pues una sola palabra: Valls.

-¿Quieres bailar ahora? ¿Tan temprano?

-No, Pa. Valls. Piensa.

-Celebro que retes a mi viejo cerebro. De vez en cuando me vienen bien estos desafíos. Veamos? Valls? Pueblo de Tarragona de 24.000 habitantes?

-Negativo.

-Vals? baile vienés popularizado por un tal Strauss, que se suele interpretar en el concierto de primero de?

-¡Pa!

-Vale. Valls? déjame? Ah, sí?. Manuel Valls Galfetti, exprimer ministro francés, exministro del Interior, exalcalde de Évry, exmarido de Madame Gravoin, ex casi todo?

-Ese mismo, Pa. Que fue fichado por Ciudadanos como si fuera el mismísimo Cristiano Ronaldo.

-Sí? Lo recuerdo? Ciudadanos lo vendió como un galáctico de la política.

-Cierto. Pero cuando fichas a un galáctico no estás fichando a un mamporrero, con perdón del gremio.

-¡Claro! Este señor tiene criterio propio, y una historia que no le obliga a plegarse a las directrices que no comparta con la organización.

-Quieres decir que el tal Valls no es un sumiso.

-¡Precisamente!

-Por tus palabras me temo lo peor.

-O lo mejor, Pa.

-¿Cómo ha acabado el sainete?

-Pues como debía acabar, como el rosario de la aurora que rezaban los Maristas en el colegio de General Mola de Alicante.

-Lo recuerdo, sí.

-Resulta que Ciudadanos ha emprendido una deriva que para Valls es errónea. Ese santo varón es un liberal tirando a socialdemócrata y le aterra todo lo que huela a ultraderecha. Y no está de acuerdo en que su organización pacte con «una formación iliberal, reaccionaria y antieuropea».

-¡Bien por Valls!

-Además, don Manuel pensó que era mejor una Barcelona gobernada por los Comunes de Ada Colau que por los independentistas del tito Maragall, así que le donó altruistamente sus votos en la investidura, en contra del criterio de su partido.

-Parece sensato.

-Lo que no lo es tanto es la tal Colau. Lo primero que se le ocurre a esa santa madonna es colgar un gigantesco lazo amarillo en el ayuntamiento, como homenaje a los políticos presos, que no presos políticos.

-Y claro, en Ciudadanos habrán pasado a cuchillo al amigo Valls.

-Más o menos. Han tardado tres días en disolver la sociedad. Valls ha admitido que en Ciudadanos no hay lugar para él.

-¡Angelito! ¿Y qué dice el aparato?

-Desde Ciudadanos le reprochan el apoyo a Colau, que sus votos hayan servido para colgar un lazo amarillo.

-Comprendo? Pero el hombre tuvo que elegir entre lo horrible y lo malo, y optó. No es reprochable. En la vida humana sucede eso a menudo, y quien no se haya enfrentado alguna vez a algo así que apedree a Valls.

-Hay que reconocer que Valls ha sido quien ha evitado que Barcelona se haya convertido en la capital independentista de la República de la Nada, un ente fantasmal, amenazador y, sobre todo, aterradoramente ineficaz para sus vecinos, los que la sufragan.

-Así es, Pa. A veces los matices no existen: es sí o no, blanco o negro, y no te puedes refugiar en las instrucciones del partido, en tacticismos, en «no es mi responsabilidad», porque, cuando vuelves del viaje exonerador de tu conciencia, la realidad sigue ahí.

-En el discurso de Valls aparecen conceptos desusados en política, como la coherencia, la utilidad y la responsabilidad. Y las soluciones políticas a los problemas políticos, con respeto a la justicia.

-Quizá por eso lo estén apedreando en estos momentos, JC.

-Bueno, Pa. Nosotros tenemos experiencia en las piedras que con el tiempo se vuelven flores.

-Sí, hijo mío? pero con mucho, mucho tiempo?

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