El Real Madrid volvió a las andadas, se enredó otra vez en un partido trampa y fue superado 1-2 por el Alavés, al que le bastó con orden, atención y acierto para prolongar su buena línea en la competición. No parece haber aprendido el conjunto de Zinedine Zidane de los varapalos encajados contra el Cádiz, el sonrojo ante el Shakhtar o la goleada sufrida frente el Valencia. Volvió a las andadas, sin capacidad de reacción. Le temblaron las piernas al primer contratiempo.

Tras el buen nivel ofrecido en Milán, el Alavés devolvió al Real Madrid a la realidad de LaLiga. Da la sensación de que el conjunto de Zinedine Zidane solo se siente a gusto en el extremo. En situaciones límite. El día a día y la rutina no le va. Fue superado el conjunto blanco por un rival ordenado, trabajado, con las ideas claras. Con metas menores pero al que le motivan especialmente compromisos como el de Valdebebas, donde se creció especialmente desde el minuto 5, cuando se encontró con la ventaja en el marcador por un penalti. Un córner llevó el balón a la cabeza de Laguardia y terminó en un brazo de Nacho. Lucas Pérez no falló desde los once metros y adelantó al Alavés.

Cinco penaltis en los tres últimos partidos castigan al conjunto de Zidane. A los tres de Valencia y al de Villarreal se sumó este ante el Alavés, que volvió a condicionar al Real Madrid. No es excusa. El conjunto blanco tuvo todo el partido para enmendar este contratiempo. Tampoco sucedió.

Le afectó en exceso al equipo de Zidane, incapaz de superar la presión del cuadro de Pablo Machín, que tuvo el segundo en un mano a mano de Lucas que salvó Thibaut Courtois cerca de la media hora y poco antes de una nueva lesión de Eden Hazard. Encendió otra vez las alarmas. Cojeó y pidió el cambio. Es el enésimo contratiempo del jugador belga, reclamo del proyecto blanco.