El auge y caída de Diego Armando Maradona como uno de los grandes mitos del fútbol y del deporte mundial coincide con su primera visita a Alicante en 1982, cuando era el mejor jugador del mundo, y una de las últimas que realizó a la provincia 14 años después, en el momento en que se planteaba dejar su carrera como futbolista.

Recién fichado por el Barça por poco más de siete millones de euros (1.200 millones de las antiguas pesetas), El Pelusa aterrizó en el aeropuerto de El Altet en el verano de 1982 para disputar la primera fase del Mundial de España de 1982 como la gran estrella de Argentina, que defendía el título conseguido cuatro años antes como anfitriona.

Más de un centenar de personas se acercaron al aeropuerto de El Altet a aclamar al nuevo dios del fútbol y a la selección albiceleste que entrenaba Menotti, que había elegido el hotel Montíboli de Villajoyosa como cuartel general de Argentina y el modesto campo de El Pla de La Vila para los entrenamientos.

Contra pronóstico, Argentina había perdido en el partido inaugural disputado en el Camp Nou ante Bélgica (0-1) y necesitaba corregir ese tropiezo en Alicante para pasar a la segunda fase. A ello se aplicó El Pelusa, que lideraba una selección con otros nombres legendarios como los del exherculano Kempes, Pasarella o Ardiles. El 18 de junio de 1982 la albiceleste goleaba en el Rico Pérez a Hungría (4-1) en el segundo partido con dos tantos del «pibe de oro» y cinco días después vencía a El Salvador en el mismo escenario. Sin embargo, Argentina caería en la segunda fase en Barcelona en el «grupo de la muerte», en el que también estaban Italia y Brasil.

Un año antes, el 25 de agosto de 1981, Maradona y la albiceleste disputaron un amistoso frente al Hércules en el Trofeo Costa Blanca con triunfo para Argentina (2-0) en el Rico Pérez; y uno después, El Pelusa volvió a este estadio para llevarse el mismo torneo ante el mismo rival, esta vez con el Barça (1-3) en 1983.

Fue necesario esperar 14 años para volver a ver a Maradona por Alicante cuando volvió en septiembre de 1996 por compromisos comerciales con la firma Puma, que tenía sede en Elche, y cuando se cuestionaba su carrera futbolística. En aquel momento el astro argentino ya tenía problemas con las drogas y en el hotel Meliá de Alicante en el que se alojaba causó destrozos por valor de 900 euros tras una noche loca de fiesta.