Yo me lo guiso y yo me lo como. Así podría titularse este reportaje que trata de presentar el complejo mundo interior de un artista con actitud, de un mago de las notas que cuando coge la guitarra emociona, que domina numerosos instrumentos y que quiso vivir una experiencia novedosa: dar vida a su primer disco en solitario a través de una progresión digna de ser escuchada detenidamente.

Cristian Pérez es un joven crevillentino apasionado por la música. A ella dedica buena parte de su día a día. De momento, la inspiración le visita durante las tardes libres en las que sale a pasear por la Sierra de Crevillent con su perro, Paul. Y, de ahí, surge un disco totalmente innovador. «Desde muy pequeño sabía que quería ser guitarrista. Desde que tuve mi primera guitarra en brazos», señala. «Pero lo que nunca pude imaginar es que terminaría tocando todos los instrumentos», apunta Cristian.

Su propio nombre da título a un disco en cuya portada aparece en el paraje natural crevillentino junto a su mascota y que tiene una inspiración múltiple en cuanto a autores: «Me he basado en grandes multiinstrumentalistas como Mike Oldfield, Pink Floyd o el mismísimo Mark Knopfler». Para su publicación ha estado tres años dándole a las cuerdas, las teclas, los tambores... El resultado final es una progresión de 25 minutos. «Tenía una idea bastante clara y empecé con una línea de guitarras para crear la base de todo el disco. A partir de ahí trabajé en juntar todas las partes para que fuera una obra con una progresión sutil. Y ya empecé a incluir más guitarras eléctricas y clásicas para dejar definida la base del trabajo», cuenta.

Portada del disco. | INFORMACIÓN

Lo siguiente fue introducir más instrumentos, como la batería y, por último, el bajo. «Estuve un tiempo viendo arreglos para enriquecer el disco con melodías o más percusión, para darle fuerza y, por último, pedí la colaboración de Iván Lledó (teclados) y de Victoria Santiago al violonchelo», reconoce.

«Desde el minuto cero hubo inspiración espontánea e ideas que nunca pensé hasta el momento. Grabado el disco comenzó el proceso de mezcla partiendo de un sonido muy natural y le dimos unas cuantas vueltas a todo, claro; no diría que pocas», explica. El productor del trabajo es Raúl Navarro. «Tuvimos que empaparnos un poco de otra música como la de Oldfield o el último trabajo de Pink Floyd, para saber por dónde ir, pero siempre partiendo de una idea propia», asegura. El resultado, un sonido «bastante profesional. Al menos eso dice la gente, que está muy contenta con el resultado».

Para trabajar contó con numerosas guitarras: Gibsons, Delux y Melody, una Ibáñez Blazer, una Fender Stratocaster y una Telecaster, varios amplificadores, y por la parte natural una Taylor y una Admira. En la variedad está el gusto, sin duda.

La primera edición del disco se ha vendido en CD en tiendas de la localidad. «Ahora está ya subido a plataformas como Amazon, Youtube o Spotify».

Trabajo con alma

El propio compositor define su composición como un compendio de «rock melódico con toques medievales. Con un alma como de los años 70. Soy un alma vieja y no quiero que la música de antes se pierda. Por eso he intentado hacer un disco de otra época basándome en el rock melódico. Es un disco sencillo pero con mucho alma. Nunca me pareció que la complejidad tuviera carisma más que una tranquila melodía que salió de ti. Quiero que el público se relaje escuchándolo, que los sonidos le hagan empezar una nueva historia. Es un disco tranquilo, que evoca tristeza o alegría, pero siempre con mucha paz».

Cristian Pérez da clases de guitarra y tiene varias bandas tributo para ganarse la vida, «aunque este año está siendo desastroso para todos». A los 8 años acudió a su primer concierto de los Scorpions, rock del duro, pero también ha escuchado a El Último de la Fila o a los Judas Priest. Variedad de estilos, de instrumentos, de creaciones... «Este disco es solo el inicio de algo que va a dirigir mi vida. No sé cuándo ni dónde pero tengo que conseguirlo y estoy convencido de ello. Lo merezco. Cuando camino entre la gente me siento diferente, un soñador, y por eso mi disco es diferente. No es música, no es fama, no es un objetivo o un sentimiento de una vida diferente a la de los demás. Por eso mi disco lo es», sentencia este creador creativo e intimista.