Desde sus inicios, The Good Fight ha contado con un villano de peso. Un enemigo en la sombra al que no le temblaba el pulso a la hora de enviar a sus acólitos para deshacerse de un prestigioso despacho de abogados controlado por socios afroamericanos y al que tenía declarada la guerra. Se trata ni más ni menos que el todavía presidente en funciones de los Estados Unidos, Donald Trump. La cara de Diane Lockhart (Christine Baransky) viendo en televisión cómo Trump se proclamaba 45º presidente del país tras las elecciones de hace cuatro años lo decía todo. La serie que empezó siendo un spin off de The Good Wife supo sobrevivir a la ausencia de Alicia Florrick (Julianna Margulies) e hizo del antitrumpismo una seña de identidad. Desde el episodio piloto, el nuevo procedimental judicial creado por el matrimonio Robert y Michelle King ha estado en campaña permanente para desalojar al dirigente de las rabietas y las brabuconadas de la Casa Blanca y desterrar los populismos. Es algo que estos mismos creadores han estado haciendo en sus otras series. En la sátira Braindead nos presentaban un Washington controlado en la sombra por parásitos alienígenas alimentándose de los cerebros de sus políticos a base de agitar la bandera de la crispación; mientras que en Evil, un equipo que investiga posesiones demoniacas se enfrentaba a un misterioso que expandía el odio por todo el mundo. Los paralelismos con la realidad política del país son más que evidentes.

Tras una cuarta temporada que tuvo que finalizar abruptamente a causa de las restricciones sanitarias por la pandemia y con el anuncio de varios de sus actores de que no seguirán en la serie, The Good Fight se enfrenta ahora a la posibilidad de que Trump ya no esté en el poder cuando se emitan los nuevos episodios. Ni Lucca Quinn (Cush Jumbo) ni Adrian Boseman (Delroy Lindo) estarán en el reparto el año que viene. Del mismo modo que poco antes ya había sido el personaje de Maia Rindell (Rose Leslie) el que se marchaba. Hasta su serie madre tuvo que salir adelante en su día sin dos de sus principales personajes. Los relevos en el reparto de una temporada a otra es algo a lo que estamos más que acostumbrados. Aunque la del Will Gardner (Josh Charles) fue especialmente dolorosa. Ahora es Trump quien se va. Todos damos por sentado que la serie pueda sobrevivir a la marcha de tal o cual personaje, pero la gran incógnita es qué será de ella sin su gran némesis.

Tras cuatro años de campaña parece que lo han conseguido, Trump ha perdido. Todavía amenaza con seguir dando guerra con las acusaciones de fraude electoral, pero todo indica que cuando se emita la quinta temporada ya no estará en el poder. Tampoco puede decirse que fuera algo no previsto. La posibilidad de que Trump perdiera las elecciones de este año por fuerza tenía que entrar en los planes de los guionistas. Aunque cuando hace cinco años se pusieron a trabajar en la nueva serie, apostaron a que Hillary Clinton ganaría. Seguramente, se les debió quedar la misma cara que a Diane al principio del episodio piloto.

La trama arrancaba con Diane Lockhart teniendo que renunciar a su jubilación al perder todos sus ahorros por obra y gracia de una estafa piramidal ideada por su asesor financiero. La veterana abogada recaía en un bufete afroamericano que estaba especializado en temas de violencia policial. El trabajo del despacho acababa convirtiéndose en un verdadero grano en el trasero de la Administración Trump, ya que siempre aterrizaban en él temas espinosos para el presidente. Aunque el hombre tupé amarillo y rostro anaranjado nunca aparecía como un personaje de la serie, muchos de los pleitos del despacho llevaban hasta él de una manera o de otra. Desde la posibilidad de representar a Melania en un hipotético proceso de divorcio, a lograr un vídeo con el que Rusia estaría extorsionando al presidente y en el que aparecía practicando la lluvia dorada con prostitutas en un lujoso hotel de Moscú. Casi nada. A lo largo de estos cuatros años, la serie se ha encargado de recordarnos por qué es un riesgo para la democracia que semejante sujeto lleve las riendas del país más poderoso del mundo. Incluso la propia Diane llegaba a plantearse si no sería legítimo usar las mismas armas que él para desbancarle del Despacho Oval y recurrir a métodos extremos.

Sabida es la afición de los King por inspirarse para sus tramas en casos reales publicados en los medios de comunicación. La serie ha hecho una radiografía a la sociedad norteamericana en estos convulsos años. En este tiempo han sido testigos de excepción de dos grandes movimientos sociales como el #MeToo o el #BlackLivesMatter, la proliferación de las fake news o la irrupción de trolls de la extrema derecha en las redes sociales. La cuarta temporada se abría con un fino ejercicio de ironía en el que Diane despertaba en una realidad alternativa en la que Trump nunca ganó las elecciones, sino que la presidenta era Hillary Clinton. El alto precio a pagar por esa idílica realidad era que los fondos del productor Harvey Wenstein eran los que habían financiado la campaña demócrata y allanado el camino hacia la Casa Blanca, porque Diane había conseguido su absolución de las denuncias que empezaron el MeeToo. ¿Sueño o pesadilla?

Otra de las tramas más interesantes de esta última temporada fue la existencia de llamado Informe 618, un código secreto invocado por los poderosos ante los tribunales para lograr la impunidad. En el episodio final, los guionistas se atrevían a meterse en el espinoso escándalo del magnate Jeffrey Epstein, acusado de centenares de abusos a mujeres y menores de edad y con amigos en las más altas esferas que le garantizaban lo mismo que hacía el Informe 618. Las investigaciones en las teorías de la conspiración sobre el misterioso suicidio del empresario en prisión servían para cerrar el episodio y la temporada al más puro estilo del Ciudadano Kane de Orson Welles. Abro paréntesis para apuntar a que en Netflix hay una serie documental para contarnos los entresijos de aquel proceso, titulado Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico.

¿Cómo será la quinta temporada de The Good Fight? Hay cabos sueltos que se quedaron por cerrar en esta última entrega, pero también hay muchos temas de candente actualidad sobre los que los guionistas han estado ansiosos de echar su irónica mirada. Porque no hay ninguna duda de que el tema de la pandemia va a estar presente en los nuevos episodios. ¿Habrá algún pleito relacionado con las personas que bebieron lejía para combatir el coronavirus al creer en las palabras de su presidente? El tema del recuento electoral tiene también todas las papeletas para aparecer, sino fuera porque fue un asunto que ya se trató en la tercera temporada de The Good Wife con equipos de abogados de los dos principales partidos estadounidenses sacándose los ojos por los votos de una sospechosa urna aparecida de la nada en un colegio electoral. Las grotescas situaciones que estamos viendo a cuenta del recuento parecen sacadas de aquel episodio. Tras haber perdido a tres de sus principales protagonistas a lo largo de los últimos dos años, a The Good Fight le toca la labor de tener que volver a reinventarse sin Donald Trump. ¿Ha llegado el momento de que Alicia Florrick vuelva a cruzarse en la vida de Diane? O quizá ha llegado el momento en que Diane dé su lucha por acabada. Será algo a lo que tengamos que estar atentos en los próximos meses.