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Sentido de la abstracción

Fuencisla Francés muestra en Punto de fuga (la Lonja, Alicante) la evolución de una artista dinámica que ordena el caos con sensibilidad y dominio de la composición

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Fuencisla Francés y su "Punto de fuga", en la Lonja de Alicante

Fuencisla Francés, (Segovia 1944), radicada en València y adscrita al arte de esta ciudad desde sus inicios, presenta su obra en Alicante, en la Sala de la Lonja del Pescado, precedida de la realizada en el Carmen de València. Una muestra que ha sido propiciada por el Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana, como consecuencia de la convocatoria Trajectorias 2018-2020 que trata de recuperar a artistas de amplio recorrido de la Comunidad, dando lugar en el caso de Fuencisla a un proyecto expositivo que resume la actividad de más de cincuenta años de su trabajo.

La artista responde a este reto con un planteamiento de retrospectiva, mostrando los diferentes relatos que han constituido su proceso creativo, con el fin de desvelarnos cuáles son sus claves en ese camino en el que ha ido desprendiéndose de su concepción figurativa inicial, para investigar en el ámbito de la abstracción, primero con un desarrollo del gesto, luego en la dispersión y la concentración de elementos como en una composición musical sin apenas referentes, hasta llegar a las últimas obras presentes en esta exposición.

Sin duda, es difícil evolucionar en un proceso en el que el cambio de registro es tan importante, siendo consecuente en las conclusiones. Fuencisla ha buscado desde hace años esa convicción sobre el sentido de la abstracción en clara renuncia de otros intereses plásticos que, seguro, podrían satisfacer a un público mayoritario, utilizando la figuración de más agrado que esta otra obra más compleja en cuanto a su recepción. Es evidente que con el tiempo transcurrido y a través de las exposiciones realizadas, su relación con la abstracción se ha convertido en su ideario, donde la poética del gesto, de la geometría, en esta última etapa, juega un papel clave en su quehacer.

En la evolución creativa de un artista juegan diferentes motivaciones (inspiraciones) o intereses. En una mirada a la exposición de la Lonja puede verse parte de esas reflexiones y referentes. Su mirada al arte valenciano de los años 70 y 80 supuso una lectura del gesto muy personal, un gesto que jugaba con la línea, abriendo espacios mínimos, profundos, sugerentes. La relación de la artista con su entorno es algo propio de la convivencia cultural de un tiempo y de un lugar. El Informalismo, imperante en aquellos años, no pasó desapercibido para casi nadie en ese momento. Pero la inquietud que debe formar parte inequívoca de un artista está en cuestionar su propio trabajo, transformarse, evolucionar, no dejarse llevar por conceptos y prácticas ya sabidas. El artista se debe a su renovación constante y esa necesidad interna conlleva, cómo no, riesgos y aventuras. Y la aventura de Fuencisla la lleva a una experimentación con los límites de la forma, llegando incluso a la destrucción de la propia obra o a su fraccionamiento, para renacer con un nuevo discurso. Fuencisla renace de sus cenizas, recortando sus obras de gesto y pegando sus trozos de diferentes medidas y texturas sobre superficies uniformes. Reutiliza su antigua obra, parte de lo antiguo y en consecuencia no pierde su identidad.

Hace años que la artista juega con esos collages donde las formas se desbordan hacia el exterior del marco. Pero va más allá en la investigación de su concepto plástico, entrando en el mundo del volumen, el cual juega, a su vez, con el espacio escénico de la galería, del museo, incluso con la arquitectura.

Su reto se ha transformado en acción, en movimiento, en dispersión. Pero ¿acaso el arte es un concepto estático?, todo lo contrario, es dinámico, y en el caso de Fuencisla su obra explota en mil pedazos, dando lugar a un aparente caos que ordena el espacio con sensibilidad y el dominio de la composición.

En la sala B de la Lonja, podemos contemplar una de las obras más importantes de la muestra: una instalación escultórica que sensibiliza el espacio, lo detiene en una explosión de formas geométricas que, suspendidas, nos hablan como un centro de intuiciones, de encuentros, al mismo tiempo, de dispersión, de caos organizado, en el que conviven la ensoñación de lo vivido y de lo aprendido, lo que le da la pauta para la expresión formal de su arte. La artista busca la suma de intereses plásticos, alude al espacio neutro del espíritu contra la materia, de ahí el papel como soporte, el blanco como testimonio de luz, una cosmogonía como origen de todo. En un extremo de la sala, un muro de formas dibuja un encuentro de líneas suspendidas que cuestionan nuestro concepto del espacio, creando una ilusión óptica de sugerencias y de signos a modo de una caligrafía espacial sin principio ni fin, un continuum plástico que vuela sobre el fondo de la sala.

La sala C nos introduce en lo que parece su último trabajo, una apertura hacia otras experiencias, una acumulación de volúmenes de grandes dimensiones, como soportes de sus lienzos fragmentados, una especie de laberinto que nos lleva hacia una habitación, todo sobre fondo negro, donde el color, o la luz fosforescente, aparece como un elemento más que construye el conjunto. Esta pequeña estancia de luz negra proporciona a la artista esa ocasión de introducirnos en la creación de espacios cósmicos, planetarios…. Un cubo de luz de infinitas sugerencias visuales, donde el silencio se hace patente, a partir del sonido, como en el último minuto del ballet Petruska, de Igor Stravinski, que es solo silencio.

Una de las obras de Punto de fuga.

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