Tras semanas de restricciones, la incidencia no acaba de bajar. ¿A qué se debe?

Las epidemias no son uniformes porque la población tampoco lo es. En la primera ola, cuando se contagió una parte de la población, también se creó un cierto nivel de inmunidad. Eso puede explicar que en las zonas donde más golpeó la primera ola sea ahora más fácil controlar la incidencia. Hay zonas, al contrario, que estuvieron bien en primavera y que ahora están muy mal.

¿Han funcionado las medidas de control?

Las epidemias ocurren porque se difunde el virus, eso es una evidencia. Así, lo primero que hay que hacer es controlar la difusión. Ahí entran los rastreadores. Detectan los positivos, analizan a sus contactos y aíslan a la población que ha estado en contacto con el virus. La cuestión es saber si están en su casa o dónde están. El problema bajará en la medida en que se puedan controlar las cuarentenas.

¿Pueden controlarse todos los brotes?

La mayoría, sí. Por ejemplo, en España ha habido un problema con las fiestas de los jóvenes. Si estos casos se controlaran, esos brotes quedarían ahí y se acabaría el problema. Si no se controla, o si la gente no cumple con las cuarentenas, la epidemia tiene un efecto multiplicador tremendo. Cada joven de esa hipotética fiesta se convierte en cabeza de un nuevo brote y contagia a un buen número de personas. La clave está ahí.

Depende, en gran medida, de la responsabilidad individual..

Sí, pero también de las autoridades. Es necesario aumentar las inspecciones, que se pueda mandar a la Policía a vigilar las cuarentenas. Esa es la fórmula. Cuando hay un problema de salud pública, los derechos individuales pasan a un segundo plano. Salud pública significa que hablamos de la salud de todos, el bien común está por encima de los derechos individuales. Aquí todavía no se han tomado estas medidas y está pendiente. Mientras tanto, se está difundiendo la epidemia.

Las autoridades llevan semanas siendo conscientes del problema…

Sí, pero no se han controlado las cuarentenas. Se ha optado por confinamientos perimetrales que parece que no tienen mucha efectividad. Tienen muchas excepciones, tales como trabajo o motivos justificados, y al final lo único que sucede es que se prohiben los viajes por motivos turísticos.

¿En qué punto de la epidemia estamos?

No me atrevo a decirlo. Ahora mismo hay que fiarse del Ministerio de Sanidad y saber que el número de casos se está estabilizando. Estaríamos en el punto medio de la segunda ola y si se mantiene el comportamiento epidémico deberíamos empezar a bajar pronto.

¿A qué ritmo?

Podría ser más rápido que el ritmo de subida. Llevamos muchos meses al alza, desde julio. No creo que hagan falta tantos de bajada, puede ser más rápido, pero no me atrevo a hacer predicciones.

¿En algún momento hemos llegado a controlar la epidemia?

Sí, al final de la primera ola. La responsabilidad de lo que ha pasado después es únicamente del Gobierno. Deberían asumirlo y decirlo públicamente. Después del traumático confinamiento de la primavera no puede decirse que hay seis semanas de desescalada y que después llegamos a una nueva normalidad. Decir eso es una imprudencia temeraria porque no puede ser normal la vida de un país en el que el 95% de la población está expuesto al virus. La gente solo se quedó con la palabra normalidad y nos tiramos a la piscina. Por eso tuvimos la segunda ola en España antes que en el resto del mundo.

¿La relajación fue excesiva?

Sí, y solo se consiguió adelantar la epidemia. En otros países la segunda ola llegó hace un mes. Independientemente, vamos a tener el mismo número de pacientes y de muertos que «nos toca», pero hemos añadido unas consecuencias nefastas para la economía.

¿Qué esperanza queda? ¿La vacuna?

Eso es, y aprender de los errores. Cuando pase esta ola no podemos decir que volvemos a la normalidad porque no es así. Hay que mantener las medidas de control, las restricciones, se cautos, guardar distancias… hasta que no haya vacuna.

¿Se acabará la epidemia con la vacuna?

Esperemos. Las epidemias acaban cuando el virus deja de circular, y eso sucede por tres razones. Porque todo el mundo lo ha sufrido ya y crea anticuerpos, porque el virus pierde fuerza o se extingue y porque aumenta la inmunidad de la población de un determinado lugar de una manera artificial, con una vacuna. En el SARS-1, que era más serio y mortal, el virus se extinguió. No es descartable que eso pueda pasar ahora, pero lo cierto es que es complicado porque la epidemia está muy extendida. Es más posible que haya una vacuna antes de que el virus se extinga.

¿Cree que la vacuna debería ser obligatoria?

Totalmente. No solo esta, las de los críos también. Todas deberían serlo.

Sabe que hay voces que dudan de que una vacuna desarrolla tan rápido sea segura.

Todo eso es una estupidez. La fabricación de una vacuna es uno de los procesos más delicados que existen. Las que las fabrican suelen ser laboratorios muy importantes. Es decir, que no lo hace cualquiera. Aquí están implicadas las compañías más fuertes del sector y realmente lo están haciendo bien. Otra cosa son los plazos. En condiciones normales una vacuna puede tardar en desarrollarse tres, cuatro años, o incluso más. Los plazos se están acortando aquí, pero son los plazos superfluos. Entre uno y otro proceso hay elaboración de informes, consecución de permisos… Normalmente esas cosas se toman con calma. Se tardan muchos meses en hacer informes. Ahora esos plazos se están acortando y lo que antes eran varios meses ahora se soluciona en una semana. Se está acelerando la parte superflua del proceso, pero no la importante. Es posible hacerlo más rápido, máxime si las multinacionales despliegan todo su poderío tecnológico y económico, como están haciendo.

¿Tienen miedo a lo que pueda suceder en Navidad?

Es muy probable que la Navidad nos pille con muchos menos casos que ahora, pero no podemos bajar la guardia. Si hacemos caso, tenemos mucho cuidado con las distancias sociales, la Navidad no tiene que ser un problema. Si volvemos a hacer como en julio, «ancha es Castilla», volveremos otra vez a lo mismo.

¿Está la gente, mentalmente, preparada para más restricciones?

Si hay un horizonte de tener una vacuna es más fácil. La población está dispuesta a asumir más sacrificios si hay luz al final del túnel.

No volver a repetir lo de julio, en definitiva.

Fue una barbaridad. El mensaje debe ser el contrario. Estamos lejos de la normalidad. También hay que dedicar más recursos a la salud pública. Y volver al mando único. La epidemia va cambiando continuamente. Antes todo el mundo miraba la página del Ministerio de Sanidad para saber cómo actuar y los casos que había. Ahora hay 17 de maneras de actuar para tratar con pacientes Covid, para organizar hospitales… Eso no puede ser, en una epidemia debe haber una autoridad máxima.